A lo largo de este tiempo trabajando con mis pacientes en medio de sus puerperios y crianzas, me he dado cuenta que casi todas nos vemos enfrentadas a una contradicción. Algunas dicen que lo único que quieren es que las ayuden. Que el papá se haga cargo tanto como ellas, pero, les cuesta MUCHO pedir ayuda. A veces nos quedamos esperando a que al otro se le ocurra de manera espontánea echarnos una mano, pero muchas veces no pasa nada. Entonces, nos frustramos, nos enojamos, nos distanciamos, y después se nos escapa esa rabia en un comentario hiriente o en un gesto descalificador. Otras mujeres logran pedir ayuda, pero no la sienten suficiente, apareciendo la crítica. “Es que lo mudó muy lento” “Lo vistió pero dejó todo desordenado” “No sabe como prepararle la leche como le gusta”, etc. Entonces, prefieren hacerlo ellas. Para ahorrarse un mal rato y para asegurarse que las cosas se hagan “bien”.
Culturalmente, los cuidados domésticos y de crianza están asociados al rol de la mujer. La carga mental de nosotras las madres es inmensa, mientras que el buen padre a veces se define casi exclusivamente desde su lugar de hombre proveedor. A los hombres no se los socializa en los cuidados. No saben como cuidar. Nadie nunca les enseñó. No vieron en la tele a un hombre acunando a un bebe. No vieron en su familia a un hombre limpiando un pilucho con caca. Tampoco revisando si toca cambiar sábanas y toallas. Y luego llegamos nosotras, y por múltiples razones, como las que antes explicaba, tampoco los dejamos involucrarse y practicar. Entramos así en un circulo vicioso del que es difícil salir.
Si queremos una sociedad más justa para las mujeres, si queremos una crianza verdaderamente compartida, entonces tenemos que hacer las cosas diferentes. Y eso no solo implica exigirles a ellos, sino que también nosotras tenemos que ser capaces de conectar y reconocer nuestras necesidades para luego pedir ayuda activamente. A los hombres a veces no se les ocurre ayudarnos no por ser antipáticos (algunos de ellos), si no porque simplemente no se les ocurre. No está dentro de su carga mental.
Al pedir ayuda en voz alta, los ayudamos a aprender a ver lo que necesitamos. Y luego, tenemos que ser capaces de tolerar que las cosas se hagan distintas a como las haríamos nosotras. El comentario que juzga o corrige, sólo castra aun mas al hombre que ya le cuesta hacerse cargo de lo que pasa puertas adentro
Hace un tiempo leí que una relación de pareja equitativa no es necesariamente esa en la que las cosas son 50 y 50, sino aquella en que la distribución de las tareas y responsabilidades, genera que ambos se sientan tranquilos y sin resentimientos. Y cuando nos sentimos tranquilas, sin tanta rabia y resentimiento, tenemos mucho más espacio en la mente y en el alma para conectar con el disfrute y lo bonito de estar mapaternando juntos.
Un abrazo,
Nico