Cuando un niño sufre algún estrés emocional, lo puede expresar hacia fuera o hacia adentro. Los primeros, son los niños externalizantes, y son esos que pueden hacer una pataleta, llorar, romper un juguete, etc. Los segundos son los niños internalizantes, y son los que no demuestran un malestar evidente. A primera vista, pareciera que los niños hacia fuera son los más problemáticos, los más difíciles de manejar y por ende los que más necesitan ayuda, mientras que los niños hacia adentro están bien porque no les pasa nada. Pero en realidad, los niños externalizantes, son capaces de reconocer y expresar que algo desagradable les sucede, y lo expresan y por lo tanto reciben ayuda. Mientras que los niños internalizantes, como pasan desapercibidos, se quedan desprotegidos, a pesar de que también les está pasando algo que no los hace sentir bien, solo que sus maneras de hacerlo saber son menos eficientes para ser reconocidas por un adulto (apretar los puños, quedarse mudos, enfermarse del estómago, etc).
Hay muchos niños que efectivamente tienen una personalidad más tranquila, y están bien y son niños felices. Pero también hay otros que en esa actitud de extrema calma y quietud, esconden un malestar, por el hecho de querer complacer y adaptarse en exceso al ambiente para no generar problema, o porque saben que aunque griten y pataleen nadie acudirá a ayudarlos. Por lo tanto, te invito a que si ves que en una situación estresante, a tu hijo “no le pasa nada”, sigas observándolo, a ver si ocurre algún cambio aunque sea sutil. Pregúntale qué le pasó con eso, cómo se sintió. No lo dejes pasar. Ayúdalo a sentir que lo que sea que está sintiendo es válido, y es aceptado por ti. No hay nada más reconfortante que sentirse parte de una comunidad, sin por eso perder nuestra autenticidad y espontaneidad.
Un abrazo,
Nico
PD: @felipelecannelieroficial explica de maravillas esto en su libro A.M.A.R, siempre recomiendo leerlo y está en mis recomendaciones de lecturas!