Todos tenemos una manera de ser única. Ya hemos hablado que algunos rasgos de personalidad son heredados y se manifiestan desde que nacemos (temperamento), mientras otros se van construyendo a medida que nos vamos integrando y relacionando con nuestro contexto.
A medida que crecemos y comenzamos a aprender cómo vincularnos con otros, nos vamos damos cuenta que A VECES es necesario modificar ciertas conductas, para poder encajar mejor con nuestro entorno. Porque como buenos animales sociales que somos, el sentido de pertenencia es una necesidad básica. Entonces, perdemos un poco de nuestro ser auténtico para ganar mayor aceptación e integración con nuestra comunidad. A esto se le conoce con el nombre de “Falso self” y en su justa medida, es necesario y saludable, porque nos permite adaptarnos. Pero, cuando sentimos que los otros sólo nos validan cuando hacemos las cosas que a ellos les parece, cuando percibimos muy poco reconocimiento respecto a quienes somos genuinamente, entonces nos distanciamos cada vez más de nuestra esencia y nuestra fachada social se va haciendo cada vez más grande. Cuando nos repiten una y otra vez que no hay que llorar porque es de niño chico, entonces aprendo que debo dejar de expresar mi dolor, para no ser criticado por mi familia. Cuando me doy cuenta que si me enojo mi mamá me deja sola, entonces mejor me desconecto de mi enfado porque es muy doloroso sentir que no hay nadie que reconozca mi emoción y me ayude a a manejarla. Cuando me celebran únicamente por ser el gracioso del curso, entonces nunca puedo mostrar que tuve un mal día porque perderé mi lugar dentro de ese grupo.
Continua en la segunda parte…