Aquí estoy, mirando a mi hijo desde las alturas… mirando esa carita, esos ojos azules, intensos, tremendamente abiertos que miran hacia arriba buscando mi mirada. Aquí estoy mi amor, ama-mantándote, aquí esta tu leche. Aquí esta mi cuerpo que te sostiene y abraza calentito.
Pienso… me quedan varios años para que me siga mirando hacia arriba, para que crea que soy la mejor mamá del mundo, para que me busque cuando se caiga, para que me necesite para hacer cosas, para pedirme una abrazo para quedarse dormido. Pero poco a poco nuestro caminos irán separándose. Él irá haciéndose cada día más autónomo y me demandará menos. Tendrá más mundo propio, tanto interno como externo. Y entonces, tendremos que ir juntos encontrando una nueva manera de relacionarnos, desde otro lugar, con otra dinámica, adaptándonos…
Y llegará el día en que nos miraremos de frente, desde la misma altura, teniendo una conversación entre dos adultos, profundizando sobre los porqué de la vida, con una copita de vino en la mano, y nos seguiremos abrazando, ahora con una fuerza parecida, conteniéndonos el uno al otro.
Y porqué no… también llegará ese día en que la tortilla se de vuelta por completo, y yo este envejecida, encorvada con un cuerpo más cansado. Y entonces seré yo quien mira hacia arriba, buscando esa misma mirada intensa de ojos de universo, para volver a fundirnos en un abrazo, aunque sea él quien tenga que ayudarme ahora a ponerme de pie.
La vida y sus giros… Ahora vuelvo al momento presente y a conectarme con este instante en el que te estás alimentando de mi pecho y me miras, y yo enamorada de esa carita me quedo mirándote de vuelta, disfrutando agradecida de esta etapa, que nadie sabe cuánto más va a durar hasta que nos toque girar en otra dirección desconocida.
Un abrazo,
Nico