En el último año de mi pregrado, ya tenía la convicción de que seguiría estudiando luego de mi examen de grado (en el cual me fue bastante mal 😅), porque me parecía demasiado insuficiente la formación de esos 5 años de universidad.
Y entonces, sin saber muy bien ni cómo ni porqué, llegué a un magister, en el que lo que nos enseñaban era a acercarnos e interesarnos genuinamente por el otro, a rescatar la riqueza de la diferencia, a no poner una distancia a priori, a cuidar y priorizar el vínculo terapéutico, a pensar que tal vez yo no tengo el gran conocimiento si no que más bien es algo que se va co-construyendo en conjunto, y en donde la subjetividad es considerada como una cualidad inherentemente humana…
Importante remezón a gran parte de lo que traía en mi mochila de estudiante recién titulada.
Y se me amplió la mirada….
Varios años después me quedé embarazada, y nuevamente no sé bien como partió, pero empecé a leer y leer sobre violencia obstétrica, parto respetado y lactancia materna… nuevamente llegue a un lugar en el cual lo humanizado estaba absolutamente presente y latiendo fuerte. El foco estaba nuevamente puesto en la intersección entre las personas. Ni uno por sobre el otro.
La vida me seguirá guiando por caminos, mostrándome mensajes y perspectivas…. Por ahora, cierto es que me acomoda harto bien esto de la cosa más cercana, más simétrica, más humana, más genuina, más colaborativa, y más amorosa, tanto en mi rol como psicóloga, como en mi rol de madre. Se siente bien abrazar lo auténtico y único de cada quien, valorar lo colectivo y conectar con más fuerza que nunca, con lo verdaderamente humano…
Un abrazo,
Nico
