Hablemos (un poco) sobre dolor y trabajo de parto

30/06/2020

Con mi grupo de estudio @naceryrenacer, hemos hablado harto sobre el temor al dolor y el parto, y eso me ha llevado a pensar en mi propia historia y como probablemente muchas de las decisiones que tomé, fueron comandadas por el miedo. Quizás hoy hubiese hecho las cosas un poco diferentes. Es por esto que me gustaría que reflexionemos sobre la posibilidad de relacionarnos con nuestros partos y con nuestros renaceres, desde un lugar diferente.

Nuestra cultura se caracteriza por lo inmediato. Estamos a un click de distancia de que nos llegue a la casa lo que se nos antoje comer, google nos responde absolutamente todo en cosa de segundos, nos comunicamos con el otro por mensajería instantánea, etc. En este contexto, se vuelve un poco iluso pensar que las mujeres parturientas, y los equipos de salud, quieran y estén dispuestos a enfrentarse a un trabajo de parto demoroso, con pausas, desafiante, y a veces difícil y doloroso.

La sociedad occidental, marcada por la tradición judeo-cristiana, ha transmitido una visión de la maternidad relacionada con el sacrificio. El antiguo testamento nos condena a parir con dolor. Se le ha hecho muy mala fama al dolor. El bienestar se asocia con estar siempre bien. Es cosa de ver, al menos en Santiago, como hay una farmacia en cada esquina de la ciudad. Hay tolerancia cero al malestar. Entonces, suena obvio que el temor por parir se torne una preocupación casi universal. En ese sentido, los profesionales de salud han ganado poder porque nos ofrecen la posibilidad de que el parto no duela, “de no sentir nada” (pero nada po! Ni lo malo pero tampoco lo BUENO). Y así, lamentablemente hemos permitido que se medicalice en exceso el proceso de parto, justificando intervenciones innecesarias, perdiendo de vista toda la parte fisiológica de parir, y sobretodo, desconectándonos del PODER que como mujer tenemos dentro nuestro.

Es verdad que el parto duele, pero nos han transmitido que dolor es lo mismo que sufrimiento, y eso no siempre es así. Creo que es posible encontrar otra manera de comprender y vivir el dolor, visualizando el sentido y valor que tiene ese malestar que estamos sintiendo EN ESE MOMENTO, porque el dolor casi siempre es un estado dinámico, transitorio, y pasajero.

No estoy en contra de la ciencia ni de la medicina. Es un aporte tremendo a nuestra sociedad. Ha reducido casi al mínimo la muerte materno fetal. Tampoco estoy en contra de la epidural. (De hecho yo pedí y recién a los 4 cm de dilatación 😬). Solo creo importante, que podamos abrirnos a la posibilidad de sentir malestar, de ir viendo que nos pasa con eso, como lo toleramos, como reaccionamos, etc, y si sentimos que no podemos o no queremos más, está perfecto. Pero cuando estamos paralizadas por el miedo, suplicando no sentir nada desde el comienzo, corremos el riesgo de también anestesiar nuestra alma, y perdernos de vivir lo trascendental y transformacional que implica parir. Nos partimos en todas nuestras dimensiones y entregarnos a esa experiencia con menos resistencias, con menos temores rondando en nuestra cabeza, y con mayor confianza en la sabiduría de nuestro cuerpo, puede ser al menos, interesante. Si quieres anestesia, pídela, pídela a viva voz, pero con voz de mujer, sabia, segura y conectada con tus necesidades y con tus derechos, y no con voz de esa niña que alguna vez fuimos, perdidas, inseguras, asustadas y no reconocidas.

Un abrazo, Nico

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