Entonces, quiero que mi pareja tome responsabilidades, y lo dejo cambiarle el pañal a mi bebe, pero cuando veo de lejos, así de reojo, que mi guagua empieza a llorar porque no quiere que lo desvistan, y su papá no le dice nada, no le canta, no lo consuela como YO LO HARÍA, entonces ahí, ya no estoy tan segura si quiero que las tareas sean equitativas. Y cuando los veo jugar, y veo que lo toma demasiado brusco para mi gusto, o que le propone juegos de una manera lejana a mis formas de interactuar, cuesta no meterse, y una se queda ahí, escondida detrás de la pared, espiando la escena, mordiéndose la lengua, intentando autoregularse, aunque no siempre funciona 😬. Me parece complejo distinguir el límite entre sugerir amorosamente una forma distinta de hacer las cosas, y exigir, invadir y criticar una manera de actuar, que no por ser diferente es necesariamente peor. (Excluyo aquí toda situación de maltrato por razones obvias).
Yo por mi parte, día a día hago un trabajo consciente al respecto. A veces logro abrazar genuinamente las diferencias que tengo con mi Ale, y me pone contenta sentir que podemos ofrecerle a mi #Uribebe una gama diversa de posibilidades de inter-acción ❤️. Hay momentos en que logro encontrar la manera de proponer una alternativa, sin que se sienta pasado a llevar. Y definitivamente hay otras veces que la crítica o el comentario pesado se me escapan, y ahí queda un lindo desastre. Esa es mi maternidad real, y me imagino que la de muchas de ustedes. Pero aquí está nuestra tribu @criardelamano para reflexionar y elaborar juntas estas dificultades, y así ir construyendo no solo maternidades con sentido, sino también relaciones de pareja más fortalecidas en donde prime lo amoroso y lo humano.
Un abrazo,
Nico