Agradezco que la pandemia me pilló justo un mes antes de incorporarme a mi trabajo y me permitió mantenerme en mi casa cerca de mi hijo. Ahora mirando para atrás, no sé como lo hubiese hecho para levantarme tempranísimo por la mañana después de haber dormido poco y nada, separarme por varias horas de #Uribebe y seguir funcionando como siempre.
Como todas, tengo que hacer malabares para intentar compatibilizar el trabajo en casa con los miles de pendientes domésticos, y casi siempre termino reventada, preguntándome cuando llegará el día en que pueda dormir más de 3 horas de corrido. Y confieso que a veces me dan ganas de arrancarme unos días. Pero, a pesar de todo, poder darle almuerzo a mi hijo y salir a la plaza y jugar juntos sin estar viendo el reloj, entre otras cosas, ha sido impagable.
Se que puede sonar a crítica, pero lamentablemente no basta con llegar del trabajo a las 6 pm, bañar y hacer dormir. Necesitamos estar. Cultivar una relación de apego que sea segura y estable, requiere de tiempo. Calidad y cantidad tienen que ir de la mano. Para saber cuales son las señales de sueño, de aburrimiento, que sonidos le dan risa, cuales lo asustan, o cual es la fruta favorita de TU hijo, necesitas ESTAR con él. Presencia. Y se que lo que digo es un privilegio de las pocas que tenemos un trabajo con horarios flexibles, y el resto… que se joda. Por eso mismo es que tenemos que pelear por el derecho a criar dignamente y a la vez no ver amenazado nuestro quehacer profesional. El sistema tiene que pensar como proteger nuestras maternidades, y no solo esperar que trabajemos de sol a sol dejando a nuestros bebes al cuidado de otros gran parte del día, o que presentemos una licencia que probablemente será rechazada por las turbias instituciones de salud. Tenemos que seguir haciendo ruido y creando consciencia respecto a la ética del cuidado para posicionarla de una vez por todas como prioridad central del desarrollo de nuestra sociedad.
Un abrazo,
Nico