Hace unas semanas atrás, mi hijo se cayó de la cama. Estaba durmiendo pegadito a mi y yo no lo sentí despertar hasta que escucho un sonido y llanto fuertísimo… miro para el lado y mi bebe no estaba. Se que es “común” pero no me sirve de consuelo… casi me muero… fue demasiado impactante la escena. Obviamente los auto reproches aparecieron de inmediato: ¿Cómo no lo sentí moverse? ¿A dónde quedó mi instinto materno? ¿Cómo no puse cojines por si acaso? Después de varios días de procesar lo vivido y de perdonarme, quise escribir esto porque lamentablemente la palabra maternidad es casi sinónimo de culpas. Y sobre todo ahora que estamos en cuarentena, y el ideal de ser una mamá pulpo nos pesa y fuerte. Aquí van algunas reflexiones:
La culpa es uno de los sentimientos más complejos de gestionar, porque aparece a partir de una crítica externa o interna, hacia uno de nuestros roles más importantes sino el más, de nuestra vida…. El ser madres.
La falsa imagen de la maternidad idealizada que el sistema nos vende, esa en la que todo es maravilloso, en la que todo fluye y funciona, es solo bencina para la culpa. Porque obvio, nunca vamos a llegar a alcanzar dicho estándar, siempre vamos a quedar en falta. Y las exigencias de la sociedad tampoco contribuyen, porque tenemos que ser unas mamás amorosas, disponibles, pero también trabajar, estar flacas y arregladas, cocinar comida saludable, prohibir el uso de pantallas, hacer ejercicio, irnos de viaje solas con nuestra pareja, y suma y sigue.
La culpa, el juicio y el reproche, solo nos paralizan y nos hacen quedarnos pegadas en el vaso medio vacío. En vez de sentirnos culpables, es mejor sentirnos RESPONSABLES, porque la responsabilidad nos activa, nos moviliza, nos permite reconocer que cometemos un error, pero que tenemos la tremenda oportunidad de aprender a reparar. Más que mal, nadie nace sabiendo.
La maternidad se vive en contexto. No existen mejores o peores madres per sé, sino que todas tenemos una parte que lo esta haciendo genial y otra que tiene aspectos por mejorar, de acuerdo a NUESTRO hijo y a NUESTRA historia. Cada bebe es un mundo, y lo que funciona con uno, resulta pésimo con otro. Las comparaciones siempre me han parecido odiosas, porque solo aumentan las culpas e inseguirdades que sentimos.
Es necesario conectarnos con la maternidad de carne y hueso, y parece eso es clave contar con una buena tribu. Al tener con quien hablar de lo que hicimos o no hicimos, nos damos cuenta de que no somos las únicas que nos sentimos sobrepasadas, que no somos las únicas que a veces no da mucha flojera jugar con nuestro bebe, que no somos las únicas que se nos olvidó ponerle crema en el poto y que por eso está todo cocido, que no somos las únicas que subimos el volumen de la radio, cuando nuestro bebé llora desconsoladamente en el auto y no tenemos como detenernos. Hay que visibilizar aquello de lo que no se habla, solo así podremos abrir un espacio donde elaborar lo bueno y lo no tan bueno de ser madres. Solo así podremos co-construirnos como madres de una manera mas integrada, mas honesta, mas autentica y mas en paz con nosotras mismas.
Siempre van a haber cosas que podemos mejorar en nuestra manera de maternar, pero lo estamos haciendo bien!!! Lo estamos haciendo lo mejor que podemos con los recursos que tenemos!!! Que rico es aprender a vivir sin tanta frustración y malestar!!!
Un abrazo,
Nico