A lo largo de este año siendo madre, me he visto enfrentada una y otra vez a la necesidad de comprender que criar implica tirarse un piquero hacia las profundidades de la incertidumbre. Y eso cuesta. Muchos mapadres dicen que sería tanto más fácil criar si los bebes nacieran con un manual de instrucciones bajo el brazo. Quizás por eso es que a veces nos aferramos en exceso a los libros y a la gran cantidad de información que anda dando vuelta.
Desde mi yo profesional, ser psicoterapeuta, ha sido una experiencia que también me nutre de permanentes incertezas. Al igual que con los niños, no hay un manual de cómo hacer las cosas. Si existen teorías que me pueden orientar y enmarcar un lugar desde el cual intervenir y pensar los casos. Pero cada paciente es absolutamente único, y en cada sesión van ocurriendo cosas espontáneas e irrepetibles porque se van co-construyendo ahí mismo, en ese preciso instante de relación e inter-acción entre los dos.
Como buenos seres humanos, se nos hace difícil, a algunos más y a otros menos, tolerar la incertidumbre. Preocupa no saber qué es lo que va a ocurrir, y eso a veces nos genera angustia. Pero la vida nos enfrenta una y otra vez al mismo desafío. Aprender a soltar (un poco) el control. Aprender a confiar. Aprender que en la vida en general las cosas salen bien.
La crianza finalmente, es una tremenda oportunidad para nosotros los adultos, de autoconocernos y de proponernos un cambio, desde bien adentro. Por mi parte, llevo un tiempo intentando circular con lo que me depare cada día, sin tanta resistencia y con mayor aceptación y naturalidad. No ha sido fácil. Es un gran esfuerzo consciente, pero vale la pena. Porque es una tremenda hazaña desarrollar el don de fluir, y sobre todo porque pienso que la maternidad es un lugar donde fluir pucha que nos hace bien.
Y bueno, aquí estamos, me canceló una paciente así que improvisamos un panorama invernal de miércoles por la tarde con cafecito en mano y caminata en coche…
Un abrazo,
Nico
