Definitivamente no somos los mismos que hace un año atrás. Si la mujer vive un proceso de crisis vital al devenir en madre, la familia entera también lo hace. Transitar hacia la parentalidad y hacerlo en medio de una pandemia nos ha transformado por completo.
Como familia hemos pasado por momentos de mucha angustia e irritabilidad, sosteniendo largos períodos de privación extrema de sueño. Nos hemos sentido nerviosos ante lo incierto del panorama, asustados por la salud de nuestro hijo, nuestra y de nuestros cercanos. Como familia hemos tenido que saber, a punta de porrazos, adaptarnos a nuevos y cambiantes escenarios. A entender cómo se trabaja desde la casa, cómo se organizan los quehaceres domésticos sin ningún tipo de ayuda. Hemos tenido que bajar considerablemente las expectativas respecto al tiempo de ocio. Hemos tenido que aprender a vernos las caras 24/7. Hemos aprendido (o seguimos aprendiendo) a sostener la dinámica familiar en medio del conflicto, y a aprender a dialogar y a buscar puntos de encuentro desde un lugar más amoroso y menos teñido por la rabia o las descalificaciones.
Hoy, en el segundo año de pandemia, nos sentimos diferentes. Tal vez mas fortalecidos y seguros de nuestro rol como mapadres. Tal vez de mejor humor porque dormimos más horas de corrido. Tal vez valorando mas lo simple de la vida… En fin… las segundas veces por lo general se hacen más fáciles aunque no exentas de tensiones… Por aquí seguiremos en este camino bien particular… y seguiremos siendo creativos para poder sobrellevar una vida llena de restricciones socio-sanitarias (y que parece, muy tristemente, que nos queda para rato), con un hijo de 1 año 8 meses que justamente demanda lo contrario, mucho interés en el mundo social y mucha suciedad y exploración.
Somos la generación que tuvo que aprender a hacer familia en pandemia y eso quedará por siempre grabado en nuestras historias de vida.
Un abrazo,
Nico