Uno de los temas que aparece recurrentemente en la consulta con mis pacientes, tiene que ver con la dificultad que tenemos para identificar lo que sentimos y para saber cómo expresarlo de una manera adecuada y asertiva. Transgeneracionalmente se repite y se repite un modelo de vincularnos con nuestros afectos en que lo que prima es seguir funcionando como si nada pasara, por lo tanto, lo que sentimos, sobre todo aquellos afectos displacenteros, los dejamos guardados bajo la alfombra.
No se habla de lo que nos pasa. Nadie nos pregunta cómo nos sentimos. No vemos nunca a nuestros padres hablándonos de sus sentimientos.
Es por esto que quise hacer este post, porque como generación, podemos hacer una gran diferencia y poder ofrecerles a nuestros hijos un modelo alternativo que integre todo el abanico afectivo que existe, que incluya tanto los afectos placenteros, como aquellos que nos desagradan e interfieren. La inteligencia, el éxito y el bienestar también tienen que ver con la capacidad de regular la frustración, con saber expresar nuestra rabia, con poder empatizar con el afecto de otro, etc.
1) Ser sus traductores emocionales. Un niño necesita de una adulto significativo para regular lo que siente. Por lo tanto, las emociones tienen que ser visibilizadas y formar parte de la conversación cotidiana. Ejemplo: «Wow, veo que estas muy contento cantando con la abuela» «Se que te enojaste porque no te deje tirar la comida al piso»
2) Evitar hablar en términos de bien o mal. Estar bien o mal no son estados emocionales. La afectividad tiene un gran repertorio, pero necesitamos ir poco a poco desarrollando la capacidad de identificar matices en lo que vamos sintiendo. No es lo mismo sentirse molesto, que enojado o furioso. No es lo mismo estar contento que entusiasmado o eufórico. Si tu hijo te dice me siento mal, ayúdalo a profundizar en qué significa esa sensación para él.
3) Libros y más libros. Los libros nos permiten conversar respecto a los afectos y elaborar posibles conflictos emocionales. «¿Cómo se sentirá este niño?» ¿»Cómo haces tu cuando estás contento?» «Este perrito está enojado porque no encuentra su hueso, así como tu ayer cuando no encontrabas tu pelota, te acuerdas?» Además, los libros son un tremendo recurso para potenciar el lenguaje, el cual actúa como mediador emocional, ya que les permite tener más herramientas para hacernos saber lo que les está pasando.
4) Ser sinceros con lo que nos pasa. La mamá y el papá no tienen porque estar bien siempre. Es importante mostrarles cuando nos sentimos cansados, tristes o molestos. Ayudarlos a integrar las diferentes emociones, pasa también por le modelo que nosotros les mostramos. Además, transmite el mensaje de que está permitido sentirnos de diferentes maneras y que nos ayudamos y acompañamos en esos momentos de malestar.
5) Demostrarles explícitamente nuestro amor y cariño. Los niños necesitan sentirse queridos, aceptados y respetados incondicionalmente. Sólo en un ambiente emocionalmente seguro podrán mostrarnos su mundo interno y contarnos cómo se sienten. Además, el afecto contribuye a su desarrollo cerebral, ya que permite que se produzcan mayores conexiones neuronales, así como disminuyen los montos de estrés o ansiedad.
Un abrazo,
Nico