Ayer con mi Ale, emocionados y melancólicos, nos pusimos a ver fotos del primer año de mapadres y cuando vi las de los de los primeros meses postparto, empecé a sentir la guata apretada, un nudo en la garganta y los ojos vidriosos. Angustia se llama eso. Si. Me angustié al recordar cómo me dolían los puntos de la episiotomía, cómo me dolían los pezones, cómo me sonaban las rodillas de tanto fular y sentadilla. Cómo se me apretaba el pecho de tanto llanto inconsolable, cómo mi estado anímico era de mucha irritabilidad, y cómo la dieta para descartar aplv, el estallido social, el cansancio extremo y la tensión con mi marido, lo hacían todo aun más complejo.
Fueron varios meses hasta sentirme un poco más adaptada a la fusión emocional con mi bebe y a mi nuevo rol de madre. A poder aceptar más genuinamente que ahora vivo desde otro lugar, con otros ritmos, con poco y nada de espacio personal y con mucho pero mucho sueño acumulado.
De a poco, sin magia ni recetas, nos fuimos encontrando, y reconociendo en una nueva dinámica familiar. Y cuando comenzaron a aparecer fotos de Uri ya 6-7 meses de vida, ese nudo en la garganta y esas ganas de llorar fueron perdiendo intensidad. Comencé a sonrerir y a decir a “aaah lo amo” en cada foto que pasaba. Así son los vínculos humanos. Tiempo, procesos, aprendizajes, reparación, y amor pero sin romantizarlo, sin exigir ese falso amor a primera vista.
Como me dijo una querida amiga, que importante es el primer aniversario, porque se celebra lo lindo, lo feo, lo bacan, lo latero, todo eso junto y bien revuelto, integrando toda la experiencia sensorial y emocional que este año de puerperio implicó para cada uno de nosotros.
Feliz primera vuelta al sol mi chinito hermoso! Te amo!
Un abrazo,
Nico